lunes, 29 de abril de 2013

Pensamientos sueltos.

El humo de su cigarrillo volaba con ayuda de la fuerte brisa. La música penetraba cada poro de su piel mientras lentamente seguía el ritmo de la canción con sus pies. La arena se adentraba en su piel. Empezó a caminar por la playa dejando la música atrás. La brisa traía con ella pequeñas gotas de agua salada que refrescaban su piel. Cada paso que daba la hacía sentir más y más libre. Paró, se volteo y miró el bello atardecer. El sol multicolor ya casi terminaba su viaje hasta esconderse en el horizonte del mar. Extendió sus brazos queriendo sentir ese calor del sol, esos rayos penetrantes. La brisa movía las finas lanas en su cabeza. Se encontraba en éxtasis de sensaciones. Lentamente, se acostó en la arena húmeda nunca perdiendo de vista ese ojo rojo que calentaba su cuerpo. Miró hacia arriba y vio esa inmensidad que la aplastaba placenteramente. Azul con blanco, rojo y naranja. Colores que juntos formaban esa pintura infinita. Sumergió sus manos en la arena y sintió cada minúsculo granito mientras apretaba fuertemente la tierra que la sujetaba. Cuidadosamente, alzó sus manos cubiertas de arena y dejó que el viento se llevara cada partícula hacia su próximo destino. Sintió envidia, quería ser tan ligera como un grano de arena y volar hacía un nuevo mundo. La realidad de su pesadez la hizo que se levantara rápidamente. Miró al cielo de nuevo y se dio cuenta de que el atardecer había desaparecido dejando de reemplazo un sombrío tono púrpura...